Tú eres antes que todo

Ramón Acín y Conchita Monrás compartieron los días felices, el amor, la alegría, los juegos de sus hijas, el calor de la amistad, los días luminosos en la playa, las excursiones al Pirineo, los sueños de un mundo mejor. Juntos afrontaron la adversidad y se sobrepusieron a las dificultades. Conchita fue en todo momento la compañera de Acín y su cómplice cuando Ramón se dedicaba a sus «sindicalerías» y era detenido y encarcelado por participar en huelgas y protestas. También compartió la voluntad de Ramón cuando, después de tocarles ciento cincuenta mil pesetas del premio gordo de la lotería de Navidad de 1932, financió el rodaje de la película de Luis Buñuel Las Hurdes. Tierra sin pan. Permanecieron juntos en los días de dolor de la cárcel, Ramón dentro de una celda y Conchita sufriendo su ausencia en la prisión de los días vacíos. Compartieron el exilio, Ramón en París y ella en Huesca, una ciudad que sin Ramón le parecía un extraño lugar. Juntos se los llevaron del paraíso que habían construido en la Casa Ena, un paraíso profanado por los hombres que, cegados por el odio, los arrancaron de su casa. A Ramón lo fusilaron el 6 de agosto de 1936, y a Conchita el día 23 de ese mismo mes, junto a otras noventa y cuatro personas. ‘Tú eres antes que todo. Correspondencia de Ramón Acín y Conchita Monrás’ nos permite entender un poco mejor a Ramón y a Conchita, un hombre y una mujer exactamente iguales a nosotros, que se enamoraron como nosotros cuando nos enamoramos, que a veces estaban tristes, que enseguida se echaban de menos y que se dejaban llevar por la felicidad cuando la felicidad llamaba a su puerta. En sus cartas —escritas para acariciarse, para depositar en el papel los sueños, para iluminar y suavizar la ausencia— conoceremos mejor a Conchita y a Ramón por separado, y los conoceremos mejor a los dos juntos. Encontramos en ellas las confesiones, las ilusiones, su manera de pensar el uno en el otro, sus deseos y sus memorias, las bromas y las palabras que no representaban nada hasta que ellos las llenaron de significado. Esta correspondencia nos asoma a su intimidad sin que nos duela, sin que sintamos que estamos atravesando un territorio privado que no conviene desvelar. En este epistolario —presentado con reproducciones facsimilares de todas las cartas— nos encontraremos con el Ramón Acín al que le gustaba jugar con todo. Por eso convierte las tarjetas de visita, las cuartillas, las postales, las hojas de un cuaderno o cualquier trozo de papel que tuviera a su alcance en un lugar para la creación y para expresar sus deseos. Sus cartas son el espacio en el que ejerce el oficio de ser humano, por encima de su condición de artista, de profesor, de escritor o de militante anarcosindicalista. Sus palabras están frecuentemente acompañadas de dibujos, de apuntes, de bocetos y de adivinanzas. Cualquier momento hubiera sido bueno para editar esta correspondencia, pero el día de Reyes de 2023 se cumplen cien años de la boda de Conchita y Ramón y, el 15 de octubre de este mismo año, el centenario del nacimiento de Katia, su primera hija. La publicación de este epistolario es una buena manera de celebrar ambas efemérides y de recordarnos que la tristeza nunca es la última palabra.