Lo sucedido en Génova, como en Seattle, en Davos, en Goteborgh o en Praga, no son manifestaciones de una oposición cualquiera, y mucho menos revolucionaria; se trata de una especie de campaña electoral del partido del Estado – que no se opone a nada – más o menos echada a perder tanto por la acción de elementos hostiles a la autoridad y a las vitrinas como por la poca disposición al pacto de los especuladores de la economía global; son protestas ficticias en nombre de un movimiento que no existe, cuya realidad solo es mediática. Aquí lo único que solo se mueve son los capitales.